Ni la lluvia ni las largas colas para recoger las pulseras pudieron empañar el arranque de O Son do Camiño 2025, que volvió a convertir Compostela en el epicentro musical de Galicia. Desde primeras horas de la tarde, los accesos al Monte do Gozo se vieron colapsados por una marea humana que desbordaba ilusión, paraguas y muchas ganas de vivir la música.
El festival, que en los últimos años ha ido virando hacia un perfil más familiar, dio buena cuenta de ello en esta jornada inaugural. En los caminos de tierra húmeda y entre los tenderetes de comida, era habitual ver grupos de padres con hijos —algunos incluso con cascos de diadema para proteger sus tímpanos— compartiendo la experiencia como si de una romería moderna se tratase. Lejos quedan ya los tiempos en los que el público del Son do Camiño se asociaba únicamente a la juventud fiestera. Hoy el ambiente es diverso, tranquilo y acogedor, sin que por ello falte la euforia.
La jornada comenzó con la lluvia saludando tímidamente a los primeros asistentes. Pero ni las gotas ni el barro detuvieron la avalancha: miles y miles de personas se congregaron en los tres escenarios para vivir una noche repleta de nombres estelares.
El arranque musical corrió a cargo de Filloas, seguido de la energía joven de Dollar Selmouni y Paul Thin, que prepararon el terreno para el primer gran momento de la tarde: Nil Moliner y su pop enérgico lograron hacer saltar hasta a los impermeables.
En paralelo, el escenario Son Electro vibraba con la propuesta electrónica de Teresa Ferreiro, marcando un contrapunto perfecto al sonido más mainstream que copaba los escenarios principales.
Pero si hubo un nombre que desató pasiones, fue el del canadiense Bryan Adams, que firmó un concierto inolvidable ante un público entregado de todas las edades. El clásico “Summer of ‘69” se coreó a una sola voz bajo un cielo ya despejado, en uno de los momentos más emocionantes de la jornada.
Antes, Mikel Izal —quien vivió un emotivo momento sobre el escenario tras recibir un mensaje sorpresa de su prima— y Franz Ferdinand habían calentado motores con solvencia: el primero desde la melancolía vibrante de su nueva etapa en solitario, el segundo desatando algún que otro pogo con sus hits infalibles.
La madrugada no decayó. Al contrario: fue en las horas más tardías cuando el público más joven tomó el relevo, con un explosivo show de Duki que mezcló trap, reguetón y euforia a partes iguales. Y por si fuera poco, la electrónica gallega de Galician Army mantuvo la pista viva hasta pasadas las tres de la mañana.
En el escenario Son Electro, Barbara Lago, Benwal, Vendex, Indira Paganotto y Dexphase ofrecieron una sesión continua que hizo las delicias de los amantes del techno más puro.
El espectáculo se desarrolló sin incidentes destacables y tanto los servicios de seguridad como los sanitarios valoran positivamente el comportamiento ejemplar del público. Solo el intenso tráfico en las inmediaciones se saldó con cierto malestar.
Compostela vivió un día de esos que marcan época: las calles más transitadas estaban mucho más vacías de lo habitual, el tráfico desviado, y la ciudad pendiente de lo que ocurría en el Monte do Gozo. Ayer, la música volvió a demostrar que tiene la capacidad de detener el tiempo y de unir generaciones.