Todo amante de las conversaciones en entornos agradables que haya pasado por la capital gallega conoce el hotel Costa Vella. Si viene de fuera, seguramente alguien le haya recomendado que se hospede en lugar con las mejores vistas de la torre de San Francisco. Por el contrario, si es picheleiro, lo más probable es que haya disfrutado de infinidad de cafés en la que es considerada la terraza más bonita de Compostela.
El establecimiento, inaugurado en el año 1999 tras la remodelación de un antiguo edificio abandonado, celebra hoy su 25 cumpleaños, algo que, por supuesto, llena de orgullo y alegría a sus gerentes, los hermanos Jose Antonio y Ana Liñares y Roberto Sousa.
En ocasiones, pasamos años merodeando por zonas donde se esconde un tesoro capaz de cambiarnos la vida. Es lo que le sucedió a los hermanos Liñares, quienes vivían en la misma calle donde se encuentra actualmente el edificio del Costa Vella.
A una temprana edad tuvieron la perspicacia de ver la oportunidad de montar un hotel con encanto en lo que entonces era una casa abandonada. “Nos pareció una ubicación perfecta; una esquina en una parte alta, con su jardín, buenas vistas... fue un amor a primera vista”, relata José Antonio, uno de los fundadores.
Las obras comenzaron en el año 98, lo que les permitió abrir al curso siguiente y, “aunque algo tarde”, aprovechar el tirón del Xacobeo, de modo que “el funcionamiento fue muy potente desde el primer día”, confiesa.
Más allá del momento del año, desde la gerencia de Costa Vella tienen claro que una de las claves de su éxito es el jardín. “La mayoría de los hoteles están disponibles solo para los huéspedes, pero nosotros tenemos la terraza abierta y conectada con la calle, así que no es necesario pasar por ningún edificio para entrar en ella”, explican.
A este respecto, los responsables de Costa Vella insisten en que nada es mérito de ellos, puesto que “tanto la muralla como la torre de San Francisco y el portal abierto a la calle ya estaban antes de que llegáramos”. No obstante, esto no influye en la tremenda satisfacción que les produce ver cómo los clientes fotografían el lugar como cualquier otra atracción turística de la ciudad.
De cara al futuro, los encargados pretenden invertir otros 25 años en “continuar trabajando y mejorando”, así como seguir adáptandose a las nuevas tendencias y “aportando valor a la ciudad”. En definitiva, mantener en lo más alto a un hotel que, a pesar de contar únicamente con dos estrellas y un nivel de confort básico, ha logrado conquistar el ojo y el corazón de los vecinos y visitantes de la zona monumental compostelana.