Galicia se antoja un homenaje a la cocina de calidad, a la mejor materia prima y, sobre todo, a las mujeres. En especial, a aquellas que en los duros años de posguerra se las ingeniaron para dar de comer a los suyos.
Ecos de tiempos pretéritos que aún hoy escuchan en sus cocinas chefs, tan bravas, como Lucía Freitas, Beatríz Sotelo o Iria Espinosa.
Antes de que llegase la Estrella Michelin, en diciembre de 2018, A Tafona era un restaurante que, en 2009, servía menús del día por 12 euros.
Un premio que no cambió, en absoluto, la filosofía de trabajo de Lucía Freitas y que le brindó, si cabe, más fuerza para apostar por la presencia femenina entre fogones. “No meu restaurante gústame antepor o currículo dunha muller”, explica. Una acción que tiene su razón de ser, pues sabe que “noutras casas non lles darán a oportunidade” por miedo a que, algún día, asegura, “desexen formar unha familia” y tengan serias dificultardes para “conciliar xornadas, sen sentido, de 14 horas diarias”, remarca.
Un pensamiento, en su opinión, “ao que lle queda pouco tempo” gracias “ao pulo das novas xeracións”, que son conscientes de que “as mulleres non so serven para o cuarto frío ou a pastelería” y que pueden llevar, con la misma corrección, “unha partida de quente, que é máis inmediata”, defiende.
La cocina de Beatríz Sotelo se basa en un principio básico: el producto fresco y de calidad. Sostelo siente predilección por las elaboraciones con pescados del día, para los que no para de pensar, según entran por la puerta de su local, nuevas recetas. Quizá, ese sea el único secreto de su buen hacer: el mantener siempre como premisa que la inspiración nace de la materia prima. Una forma de trabajar que le ha servido para ser reconocida con una Estrella Michelin, un Sol Repsol e integrarse dentro de la agrupación NOVE.
Detrás de Árbore da Veira, único restaurante con estrella Michelin de A Coruña, se encuentra el inmenso talento de Iria Espinosa. La cocina de Iria es desenfadada, sensible y profunda. Valores que ha recogido, apunta, de esas cocineras anónimas “que llevaban mesones en los que se comía genial” y donde, con suerte “el único reconocimiento que tenían era la enhorabuena de algún cliente despistado”.
Tiempos, cada vez, con sabor más añejo pero que esta joven cocinera no quiere perder de vista. “Muchas mujeres en Galicia pueden ser grandísimas jefas de cocina. Entre todas tenemos que hacer fuerza para que la gente, y la profesión, se aprenda nuestros nombres”, recalca segura.