Quien quiere comer bien tiene en Galicia un abanico de opciones amplio como en pocos lugares. En Compostela, lo que más triunfa, favorecido por la demanda del visitante extranjero, son los platos tradicionales. Solamente hace falta dar un paseo por el Franco para darse cuenta de que de cuáles son las especialidades de la ciudad. Su éxito, palpable acercándose a la puerta de cualquiera de los establecimientos cerca de las horas punta, invita a repetir la máxima del mundo de los negocios: “si algo funciona, no lo toques”.
Por otro lado, más allá de las propuestas típicas, la capital gallega tiene la suerte de contar con los restaurantes de chefs tan reconocidos como Lucía Freitas, Marcelo Tejedor o Áxel Smyth. También, y cada vez más, con locales enfocados en la cocina extranjera. Sin embargo, el sentir de los residentes es que la oferta gastronómica, a pesar de ser excelente en lo que a calidad se refiere, no es tan original como hace esperar el propio carácter de la ciudad; multicultural, diversa y ecléctico.
A este respecto y partiendo del deseo de innovar, la empresa compostelana Onyvá lleva años trabajando para ofrecer a todo aquel que quiera romper la rutina la posibilidad de disfrutar de experiencias culinarias totalmente únicas e irrepetibles en diferentes puntos de la Comunidad.
Su proyecto, bajo el nombre de ‘Cenas Secretas’, consiste en algo tan sencillo como apuntarse a una comida. No obstante, lo que hace interesante la reserva es no saber el menú ni el lugar hasta el momento justo de la cita. Únicamente, por motivos de agenda y organización, se permite al cliente saber provincia y la fecha.
La forma que tienen de proceder es poner a la venta las entradas en sus redes sociales —a los suscriptores se les avisa antes para que puedan hacer compras anticipadas y asegurarse de no quedarse sin pases— y, a quienes las adquieren, enviarles correos electrónicos periódicamente con pistas sobre el lugar en el que tendrá lugar el evento, aunque la ubicación exacta solo se revela el mismo día.
Otra particularidad es que en la mayoría de los casos las cenas no se celebran en espacios gastronómicos, sino que se adaptan localizaciones tan diferentes como iglesias, teatros o invernaderos para que puedan funcionar de ese modo.
Estas experiencias están deseñadas especificamente para aquelas persoas que saben gozar con calma, saborear amodo e compartir momentos inesquecibles
Los chefs, tal y como explican desde el proyecto, tampoco se conocen con anterioridad. “Pode tocar algún Michelín, quen sabe”, señalan, pero lo que sí se asegura es que todos los cocineros son “galegos e de vangarda”. En cuanto al número de comensales, suelen participar, al ser bastante exclusivas, unos 35 o 40 invitados, lo que deja, en ocasiones, listas de espera que superan las 200 personas. “As entradas téñense acabado en 3 minutos”, relatan desde Cenas Secretas.
La iniciativa también centra sus esfuerzos en priorizar el producto de proximidad y, por medio de este, poner en valor el territorio. Es por este motivo que trabajan con distribuidores como Fresco y del Mar, A Dos Capelo o Tres Fuciños. Además, muchas de las personas que asisten a las cenas pernoctan y continúan descubriendo por su cuenta las zonas en que se celebran, por lo que se fomenta, al mismo tiempo, el turismo interior.
La persona detrás de este ambicioso proyecto es Graciela Castro (O Grove, 1984), quien se formó en el Centro Superior de Hostelería de Galicia pero acabó centrando su carrera en el marketing y la organización de eventos. A pesar de toda la preparación que exige preparar cada una de las cuatro cenas secretas anuales, ella sola se dedica a coordinar las distintas fases del proceso.
Además, este mismo verano la grovense ha emprendido nuevamente en el ámbito de la restauración. Su más reciente apuesta es Chichalovers, un pequeño local en la calle Aller Ulloa especializado en el takeaway de bocadillos con nombres e ingredientes típicos de la cocina tradicional gallega.
Con el chorizo y los chicharrones como elementos nucleares, esta bocatería ofrece una perspectiva gourmet de alimentos de proximidad “que se están perdiendo”. Por todo ello, a quien le apetezca descubrir lo que es un ‘Ai miña naíña’, un ‘Arredemo’ o un ‘Quedar como un Pepe’, tiene una cita obligada en el espacio que antiguamente ocupaba el quiosco de Puerta del Camino.