En Santiago de Compostela ha comenzado a cocerse una fiebre silenciosa que se extiende por los callejones del casco histórico, por los soportales de la zona nueva y hasta por los escaparates modernos de los centros comerciales.
No se trata de una moda pasajera, sino de una corriente cada vez más arraigada: la ciudad ha caído rendida ante los encantos de la comida asiática, con especial devoción por ese brebaje humeante y reconfortante que es el ramen. En los últimos años, las propuestas de cocina japonesa, coreana y de fusión han ido proliferando por la capital gallega, dando forma a un mapa gastronómico que ya no entiende de fronteras.
Los locales se reparten por toda la ciudad como si cada uno quisiera ofrecer su versión del viaje: desde los más pequeños y artesanales, hasta propuestas con aire más industrial o sofisticado. Entre los primeros, destaca Ramen Okaeri, en la rúa das Orfas, que ha logrado conquistar a una clientela joven y curiosa gracias a su estética de anime y su carta breve pero cuidada. Su carta incluye el Tonkotsu Ramen y el Miso Ramen, además de baos y diversas gyozas —cerdo, langostino, vegetal— con precios que oscilan entre unos 10 y 13 euros que acompañan también ensaladas de wakame.
Por su parte, Kichi Ramen, en la rúa República Arxentina, ofrece una carta más amplia de entrantes como edamame, gyozas de pollo o cerdo, takoyaki o croquetas japonesas, combinados con ramen auténtico y noodles que han atraído una clientela fiel durante todo el año. Los precios son razonables y el ambiente, funcional, sin pretensiones, dejando que sea la comida la que hable por sí misma
En Santiago del Estero se encuentra Suki Ramen, que ha apostado por una carta más amplia y con nombres que suenan a oriente: como el Ramen Infierno, el Spicy Buta Niku Ebi Miso Ramen o el Ebi Furay Shoyu Ramen, todos por encima de los 12 euros. El local, llamativo por su estética anime, se ha convertido en un lugar recurrente para quienes buscan una experiencia japonesa completa.
El concepto cambia con Gran Ramen, en la rúa Santiago de Chile, un espacio más familiar y enfocado a menús del día, que incluyen dos platos clásicos tradicionales orientales, bebida y postre por menos de 12 euros.
En pleno corazón del casco histórico, Nara ha dado una vuelta de tuerca al concepto de taberna oriental. Su carta mezcla lo japonés con lo tailandés y lo gallego, y ofrece platos como noodles, baos, ramen y mochis, algunos acompañados con un toque local como ternera gallega, y opciones veganas como bao de tofu o tempura shiitake. El ambiente es cálido, informal y muy estético, con una atención al detalle que ha convertido al local en uno de los más populares de la ciudad. Nara es más que un restaurante: es una declaración de intenciones de una nueva generación de hosteleros.
Para quienes buscan sushi y nigiris preparados al detalle, Sakura Sushi Bar es la opción ideal. Ya en un rango de precios algo más alto, el local en San Pedro de Mezonzo brilla por su variedad en las piezas clásicas de la comida insignia de la gastronomía japonesa.
La fiebre asiática ha contagiado también al corazón comercial de la ciudad. En Área Central, Damta NuMaru porta una propuesta coreana auténtica, donde destacan el kimchi casero, la tortilla Kimchi Jeon y versiones del kimbap como opción con pollo o cerdo galbi, incluyendo alternativas vegetarianas sin gluten. El local es moderno, funcional y permite venta para llevar o por WhatsApp.
Y finalmente, UDON Santiago, en la rúa do Vilar, cuenta con carta oficial que incluye varias versiones de ramen —como el Tantanmen Ramen, Miso Ramen, incluso Heura Tonkotsu Ramen— y platos como Corral Chicken Yakisoba, Thai Curry Udon, Kimchi Chicken Udon. Su horario habitual cubre mediodía y noche, con precio medio cercano a 15 euros.
El fenómeno es claro: la ciudad compostelana se ha llenado de aromas a dashi, miso, soja y frituras orientales. Cada local aporta su propia identidad: hay quien apuesta por la personalización, quien por la carta fija, quien por la fusión local o quien por la fidelidad a un estilo de cocina extranjera. La variedad y la calidad ya no son excepciones, sino norma: desde tonkotsu o miso hasta baos de fusión, ramen picante o elaboraciones coreanas.