El fútbol lo cambia todo. De una forma u otra, la pasión por la pelota eleva los límites de quien la mima a niveles impensables.
Sudar, reír, llorar y repetir. Ese el ciclo del deporte, donde las alegrías, las penas y el esfuerzo para navegar entre ambas se convierte en un estilo de vida imposible de abandonar para quien se enamora de él.
Antía Veiga (Ames, 2009) es el ejemplo perfecto de ello. Su corta edad no le ha impedido abrazar la disciplina con la madurez de un profesional, aunque sin perder la ilusión de un cadete.
Su andadura en el fútbol comienza a los cuatro años. Aun sin saber caminar del todo, la atleta amiense pateaba balones con su hermano mayor, a quien acompañaba siempre a los partidos.
El entorno favoreció su predilección innata por el esférico, la cual encontró su primer clímax cuando sus padres la inscribieron en el Bertamiráns FC, el equipo de su tierra, en el que militó hasta firmar por el Orzán.
Comenzó su trayectoria como delantera, pero el destino quiso que su hábitat natural acabase siendo la portería, donde pudo descubrir un talento para evitar goles incluso mayor que el que tiene para generarlos.
La dedicación vertida sobre sus clubes no tardaría en recompensarla, permitiéndole iniciar su trayectoria internacional en la selección española sub-15.
Aunque posee unas dotes futbolísticas extraordinarias, donde realmente destaca la guardameta del conjunto coruñés es en su capacidad para sobreponerse a las adversidades.
Especialmente, de 2022 en adelante, cuando sufrió el accidente que puso en peligro su carrera futbolística.
Jugando con sus amigos en el jardín de su casa, la canterana orzanista se golpeó fuertemente la cabeza con la portería.
Inicialmente, fue solo un susto. Sin embargo, al cabo de unos días notó cómo comenzaba a perder la visión de un ojo.
La multitud de pruebas médicas que le hicieron no revelaron nunca un diagnóstico claro; los doctores estaban tan sorprendidos como la familia Veiga.
“Lo vivimos con mucha preocupación. Aunque los médicos confiaban en que se curaría, pasaban los meses y nadie sabía qué era lo que estaba sucediendo”
No obstante, a los cinco meses y de la noche a la mañana, la joven recuperó “milagrosamente” el sentido de la vista después de que le dijesen que probablemente no podría volver a jugar.
No se conoce la explicación, pero lo más bonito es pensar que fue su deseo de volver lo que le permitió recuperarse e, incluso, regresar a la selección española.
Porque el fútbol lo cambia todo, y quien tenga sus dudas puede debatirlo con Antía.